Aveces siento que todo es una suscripción, y estoy seguro de que haz pensando lo mismo, pero estamos tan acostumbrados a que “todo es así” que no nos atrevemos a cuestionarlo, simplemente pagamos porque no hay alternativa.

Hace años tenía mis fotos simplemente en el celular y cuando se llenaba, conectaba el teléfono al computador y descargaba las fotos, y hay algo clave en esto: Las fotos eran mías, y el almacenamiento era simplemente la capacidad de mi computador. 

Con la música era algo similar, tenía mi colección de “mp3's” (perfectamente "legal"), la copiaba al teléfono cuando quería escuchar ciertas canciones o abría una aplicación de música y la escuchaba cuando quisiera. 

Lo cierto es que todo tenía un sentimiento de pertenencia. No es que un día amanecía Spotify y ya cierto playlist que tanto me gustaba desapareció por razones que nunca entendí, sino que en mi computador podía contar con que tanto mi música como mis fotos y videos estaban disponibles siempre que quisiera.


Pero luego me compre un iPhone


De pronto un día me compre un iPhone saliendo de años de uso del ecosistema de Android, y le compré uno a mi esposa. Entonces ahora tenemos iCloud, y que fácil es simplemente compartirnos cosas que se guardan mágicamente en ese sitio maravilloso llamado "la nube", donde nunca nada se pierde, así te roben o no el teléfono (igual te pueden robar la cuenta y perder todo, pero eso es otra historia).

Me encuentro en este ecosistema cerrado donde ya copiar las fotos a mi PC no era tan fácil, y básicamente era un “para qué quieres copiarlas, si las puedes ver en la nube". Por supuesto tienes una cuenta gratuita al principio (creo que eran 5gb al principio, y esto era una barbaridad de espacio en aquella época (el primer iPhone que tuve fue el iPhone 5 (a la fecha que escribo esto ya esta el iPhone 16).

Todo fue una maravilla, hasta que alcanzamos esos 5 gb, y ahí es donde comienza la fiesta. Quieres 50 gb? paga una suscripción. Quieres escuchar música con Spotify, paga otra suscripción. Quieres YouTube sin una cantidad barbara de anuncios, adivina, otra suscripción.

Nos vendieron la idea de que tener acceso era mejor que poseer, que la comodidad de "la nube" superaba la seguridad de lo tangible. Y funcionó porque, admitámoslo, era más cómodo. Pero la comodidad tiene un precio que va más allá del dinero: la autonomía.


La actualidad


Antes se pagaba una cantidad X por suscripción a televisión por cable (lo sé, no es lo mejor del mundo, pero había variedad), ahora se paga Netflix $$$, Amazon Prime $$$, Disney Plus $$$ (sin anuncios +$$$). 

Dentro de Amazon Prime, si quieres ver X película pagas otra suscripción al estudio (Universal, Paramout) $$$. Por supuesto Spotify $$$, iCloud $$$, Google One $$$, Apple Arcade Games $$$ (para jugar algo que no tenga publicidad), y realmente podría continuar. (Nintendo $$$, Xbox $$$,…)

De casualidad se te hace conocida esta situación?

La genialidad del modelo de suscripciones no radica en su conveniencia —aunque esa fue la carnada inicial— sino en cómo logró redefinir nuestra relación con la propiedad. 

 

La alternativa


Hay toda una onda retro en el Internet que me encanta. Jóvenes y no tan jóvenes optando por lo clásico: Quiero una película? Puedes comprar el DVD / Blue Ray y es tuya para siempre. 

Quieres cierta música de un artista favorito?, resulta que aún se pueden conseguir discos físicos, y puedes tener su música de forma legal guardada en tu computador, y fíjate también es tuya para siempre. Hasta la puedes intercambiar y vender.

Escapar de iCloud y tener tu servidor de fotos personal, o de música, o streaming personal es completamente posible. Investiga el termino “home lab”, y verás canales de YouTube con infinidad de información sobre que Hardware elegir, como configurar y establecer tu propios servicios. 

Personalmente mi escape ha sido usar la aplicación Immich para fotos, Jellyfin para hacer mi propio Netflix, y Navidrome con el que hice mi propio Spotify conectando la vieja carpeta de música. 


No poseerás nada y serás feliz


Esa predicción del Foro Económico Mundial que una vez pareció distópica, ahora se siente inquietantemente familiar cuando revisamos nuestros estados de cuenta mensuales. Hemos llegado a ese punto sin siquiera darnos cuenta del momento exacto en que cruzamos la línea.

Cada suscripción que aceptamos es un pequeño acto de rendición. Rendimos el control sobre cuándo, cómo y por cuánto tiempo accedemos a nuestros propios recuerdos, nuestra música, nuestro entretenimiento. 

Aceptamos que nuestras fotos, esos momentos íntimos que capturamos, vivan en servidores ajenos bajo términos que pueden cambiar unilateralmente.

Lo más perturbador no es que esto haya sucedido, sino lo rápido que nos adaptamos a ello. En menos de una década pasamos de ser dueños de nuestra biblioteca digital a ser inquilinos perpetuos en la propiedad de otros. 

Y cuando alguien se atreve a cuestionar este nuevo orden, la respuesta típica es: "¿Pero para qué quieres complicarte? Si todo funciona así ahora".

 

La resistencia no es nostalgia; es supervivencia digital


Cada DVD que compras, cada archivo que descargas a tu propio disco duro, cada servidor personal que montas, es un acto de rebeldía contra un sistema diseñado para mantenerte pagando indefinidamente por cosas que antes eran tuyas para siempre.

Quizás la verdadera pregunta no es si poseeremos nada, sino si recordaremos lo que se siente ser dueño de algo en primer lugar. Porque una vez que una generación completa crezca conociendo solo suscripciones, ¿quién quedará para extrañar la propiedad?

El "serás feliz" de la ecuación funciona solo mientras no sepas que existe otra forma de vivir.